Es hora de poner fin a la prohibición al matrimonio para parejas del mismo sexo. No es la prioridad o no del matrimonio la que está en discusión, sino la prohibición de casarse que pesa sobre las personas LGBT. No debería prohibírsenos. El punto en discusión es la igualdad.
Ninguna organización LGBT que afirme que plantea la igualdad de derechos debería permanecer en el silencio y la inactividad frente a la negación del derecho al matrimonio. Tan escandolosa forma de discriminación homofóbica ha de ser desafiada.
Cabildear por la igualdad en el matrimonio no nos impide cabildear por otros derechos como la lucha contra la violencia homofóbica o el derecho de asilo para personas LGBT. No se trata de campañas excluyentes. Es posible luchar por la igualdad desde varios frentes simultáneos.
Tampoco es la bondad o no de la institución matrimonial la que está en discusión. Nosotros compartimos la crítica feminista. La herencia histórica del matrimonio es machista y patriarcal. Yo no me casaría.
Pero como demócrata y defensor de los derechos humanos, debo apoyar a otros LGBT en el reclamo de su derecho a casarse, si así lo desean. Me ofende que ellas y ellos sean descartados de partida del acceso a la institución por el hecho de que su pareja sea del mismo sexo que ellos.
Las organizaciones LGBT deberían respaldar públicamente el derecho de las parejas lésbicas y gays a casarse en el registro civil bajo idéntico procedimiento que los hombres y mujeres heterosexuales.
Imaginemos el escándalo que produciría que el gobierno prohibiera a las parejas negras casarse, y requiera que registren sus uniones bajo un régimen civil distinto.
Muchos de nosotros identificaríamos como racista la existencia de regímenes jurídicos separados. Lo llamaríamos sencillamente apartheid, al estilo de lo que existió en Sudáfrica.
Pues bien, a las parejas afrodescendientes no se les niega el derecho a casarse, pero a las parejas gays y lésbicas, sí. Se nos despacha con la unión civil. La unión civil no es igualdad. Es una nueva forma de discriminación. Separación no es igualdad.
En términos jurídicos, la unión civil es una forma de apartheid. Consiste en la co-existencia de dos regímenes diferenciados: un derecho para heterosexuales y un derecho para parejas del mismo sexo.
Esto perpetúa y esparce la discriminación. La homofobia en la prohibición a que parejas del mismo sexo se casen se complementa con la heterofobia en la prohibición de que las parejas de sexo opuesto se unan civilmente: Al igual que una pareja gay no puede casarse civilmente, una pareja heterosexual no puede unirse civilmente*. Dos errores no suman un acierto. En democracia, todos debemos ser iguales ante la ley.
* Nota: en Inglaterra la unión civil está exclusivamente diseñada para homosexuales. Las parejas heterosexuales sólo pueden unirse mediante matrimonio.
-THATCHELL, Peter, “Es hora”, en OUT Rage, Reino Unido, 2010
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